viernes, 15 de junio de 2018

UNOS PENSAMIENTOS SOBRE COLLWEN DE CIMMERIA




Ahora que puedo dar por finalizado el primer ciclo de historias de Collwen de Cimmeria voy a aprovechar para aburriros un poco con unas reflexiones acerca de esta bárbara de cabellos negros como el firmamento, ojos de azul tan intenso como la llama más ardiente y una mala leche que os aseguro que no querríais encontraros con ella en un callejón estrecho.


Y DE CIMMERIA LLEGÓ COLLWEN

El concepto es muy sencillo: «¿y si las crónicas se hubieran equivocado y Conan de Cimmeria hubiera sido en realidad una mujer?». Así de claro. No se trata de una compatriota que en un momento dado se pueda cruzar con él, o con quien pueda compartir aventuras, ni de una antecesora, una familiar lejana o un clon malvado. Collwen ES Conan. Todo lo que nos gusta del personaje de Robert E. Howard es independiente de su sexo. De haber nacido mujer, Conan habría poseído la misma voluntad, la misma astucia, el mismo código de honor, la misma tenacidad, la misma vitalidad, el mismo ímpetu viajero, las mismas alegrías, las mismas tristezas, las mismas aventuras… Todo igual.


«Vio a una mujer de guerra con
la que ningún hombre o mujer de
épocas pasadas o futuras podría
rivalizar. Vio a una hija de Cimmeria.
A la mayor hija de Cimmeria.»
La maestra del Cónclave Oscuro


Han pasado muchísimos años desde la última vez que escribí un fanfiction de Conan (¡¿de verdad han pasado treinta?!) y una reciente revisitación a sus historias, literarias y gráficas, me despertó el gusanillo de volver a escribir espada y brujería. En realidad había escrito un par de años atrás una historia, cuya primera parte salió publicada en el fanzine Crónicas Salvajes, que a lo mejor tenía un tono un poco satírico hacia el género; y ahora me apetecía hacer historias normales de espada y brujería. Sencillas, directas, pulp. Nada más.
Decidí hacer que la protagonista fuera una mujer (que tampoco es nada innovador que nadie haya hecho antes), no por moda ni por morbo ni por ventas, sino porque procuro que los protagonistas de mis historias no sean siempre hombres estándar. Evidentemente, no hay ningún misterio oculto. Nunca me he sentido incómodo interpretando a mujeres en juegos de rol, llevando avatares femeninos en juegos de ordenador o, por supuesto, escribiendo historias protagonizadas por ellas.
Resumiendo, era fácil tener protagonista (al fin y al cabo, ya la había creado otro autor por mí): una auténtica antiheroína cargada de mala leche que cuando decía «he matado hombres por mucho menos» lo cumplía. Vaya si lo cumplía. Ahora, necesitaba historias.


«Las enormes lombrices se debatían
con movimientos espasmódicos hasta que
su piel se rasgaba y, para horror de toda
la humanidad, un hombre joven y bien
formado emergía de su interior como
hacía una mariposa de un gusano.»
La prole de la sima



DISPUESTA A APLASTAR CON SUS PISADAS A LOS PREPOTENTES PATRIARCAS DEL MUNDO

Robert E. Howard no creó sólo a Conan. Creó la Era Hiboria: un magnífico marco de aventuras, exotismo y ensoñación. Los relatos de Conan son más que un bárbaro matando un monstruo en un páramo desolado, como tantas veces han hecho sus continuadores. Las historias de Conan, y me veo obligado a repetirme, son aventura, exotismo y ensoñación. ¿Quién no ha sentido inflamarse su imaginación con todas esas localizaciones maravillosas? ¿Quién no ha querido visitarlas todas? Yo quiero.
Quiero escribir sobre todos esos lugares; que Collwen los recorra todos y me lleve con ella. Por lo tanto, una sola historia no me llegaba, y acabé eligiendo los cinco entornos que más me habían llamado la atención para ubicar en ellos diferentes aventuras. Al fin y al cabo, la Era Hiboria es tan protagonista e importante en los relatos de Howard como el propio Conan.


«Collwen recogió su arma caída y cruzó
entre los lanceros nemedios, directa a los híbridos de hombre y rata. Su espada cortó
a izquierda y derecha como el cuchillo de
un matarife, y demostró que incluso la
brujería podía sangrar y morir frente a
un brazo fuerte y a un filo manejado
con maestría.»
Los seis dedos de la perdición


En primer lugar, buscando empezar la lucha con mi mejor golpe, elegí Estigia para «La maestra del Cónclave Oscuro»: la pérfida Estigia, el Mordor de la Era Hiboria, si se me permite la comparación. Y en Estigia, elegí Khesshata, un entorno más explorado en los cómics que en los relatos originales y que suponía una verdadera declaración de intenciones: soldados y mercenarios (espada) contra una ciudad de magos (brujería). La base del género.
A partir de ahí, nada nuevo bajo el sol: combates, violencia, demonios y la malévola Ptah-Neftis (si Collwen es Conan, Ptah-Neftis es Toth-Amon, por supuesto).
El segundo relato, «La prole de la sima», nos lleva a otra de las localizaciones que tenían que salir por fuerza: las tierras heladas del norte. Al igual que papá Howard, hice que aparecieran aesires y vanires pero dejé Cimmeria aparte, como si fuese un mito; y conté una historia de juventud con una bárbara muy impetuosa que al final decide abandonar las tierras nevadas para recorrer el mundo.
«Los seis dedos de la perdición», no en vano es el relato central, transcurre en la propia Hiboria. En Hiboria Hiboria; en Nemedia, la de las crónicas. El ambiente, por así decirlo, más común. Patricios, bandidos, estudiosos, villas de recreo, brujos del antiguo Aquerón y, homenajeando al relato nemedio de Conan, la aparición sin aparecer de Ptah-Neftis.
A partir de aquí, ya enfilando la recta final, decidí irme a dos de mis paisajes favoritos: la misteriosa Khitai (que en los primero mapas que yo vi de la Era Hiboria ni siquiera salía, de lo enigmática que era) y los Reinos Negros.
En «El Vestigio Carmesí» nos situamos en las tierras de oriente, con catanas, quimonos, eunucos, fuegos artificiales y monos que hablan. Y tortura china; no podía faltar.


 «Y lo que en verdad sobresaltó los sentidos
de la cimmeria fue ver que el monje se desplomó sin vida al instante, sin más que
una marca encarnada allí donde el cetro
había tocado la piel. De nuevo, el destino
la había mezclado con la magia negra.»
El Vestigio Carmesí


Y llegamos al fin a la historia que dejé última (de momento) de este primer ciclo. Lo ha hecho casi todo el mundo, porque somos muchos los que nos enamoramos de este relato de Conan pese a no ser el mejor. Es predecible, lo que habría hecho cualquiera; pero no por ello podía dejar de hacerlo. «La corona de las islas preternaturales» es la versión collwenizada de «La reina de la Costa Negra»: corsarios negros (corsarias en mi caso), junglas, ruinas malditas y un final trágico.

Pero faltaba un entorno de la Era Hiboria que con el paso del tiempo me ha ido cautivando cada vez más hasta que cierto relato al que antes no le daba mucha importancia se ha convertido quizás en el que más me gusta. Hablo de «Más allá del río Negro». Por lo tanto, añadí otra historia: una historia de frontera. Pictos, bosques, colonos, hachas de piedra y espíritus.


PROTAGONISTA DE MILES DE AVENTURAS

¿Se acaban aquí las historias de Collwen de Cimmeria? Debo responder que no. Estar seis meses enfrascado en relatos de Collwen (hasta que casi parecía que no hablaba de otra cosa) ha traído muchas ideas. Pero es necesario que esas ideas reposen, maduren y que tanto los lectores como yo nos tomemos un respiro.
Salvo catástrofe, Collwen de Cimmeria volverá.


«En verdad los mares del sur parecieron
arder, y el recuerdo imperecedero de La
Leona se transmitiría de boca en boca
con diversos nombres durante
incontables generaciones.»
La corona de las islas preternaturales